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¿Cómo es perder la virginidad con tu mejor amigo?
¿Cómo es perder la virginidad con tu mejor amigo?
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Yo perdí mi virginidad con uno de mis entonces dos mejores amigos.
Al día siguiente, cuando despertamos, fue precisamente Cristian quien me llevó a mi casa. En el camino, no estábamos hablando mucho, hasta que él se atrevió a apretar mi pierna izquierda desde el asiento del piloto. Yo le sonreí, y eso causó que nos besáramos y que yo no me aguantara las ganas de pasar una de mis manos por su entrepierna.
Nos habíamos quedado con muchas ganas, y antes de llegar a mi casa, se estacionó a dos calles. Ahí, volvimos a besarnos, y terminé subiendo en él. Fajamos un rato, y aunque nos moríamos por hacerlo ahí, se trataba de un lugar muy público, y si yo me tardaba un poco más en volver, iba a tener problemas.
Quedé en enviarle un mensaje en cuanto estuviera en mi cuarto, y así lo hice. Me pidió una foto de mí, y se la envíe; me dijo que era muy bonita. Durante algunas horas nos mensajeamos ocasionalmente recordándonos lo que nos había gustado de lo ocurrido, así como las cosas que nos habían sorprendido.
Además, ambos concordábamos en que estábamos ansiosos por sentir cómo sería nuestra primera vez. En la noche, después de bañarme, le envié una foto en toalla en la que presioné mis senos contra sí mismos. Le encantó.
No tuvieron que pasar más de dos días para que comenzáramos a enviarnos todo tipo de fotos: con ropa, sin ella, con otras personas, solos. Cuando me enviaba fotos en las que estaba con David, me preguntaba si ya le había contado, y en caso de que no fuera así, me daba la tentación de yo misma contarle. Después de todo, él también era nuestro mejor amigo, y tenía derecho a saber.
Yo seguía saliendo con ambos. Además, en la preparatoria nos veíamos a diario. Cuando íbamos a algún lado, o estábamos en la casa de alguno, siempre que David se iba, Cristian y yo aprovechábamos el momento para tocarnos y besarnos. Era difícil salir solos, pero de vez en cuando lo hacíamos. Si no nos quedábamos en al auto de alguno para fajar, íbamos a algún parque sin mucha gente a platicar.
Eventualmente, comenzamos a planear un encuentro para tener nuestra primera vez juntos. El padrastro de él tenía una casa casi a contra esquina de la otra; en realidad, rentaban aquella en la que vivían. La nueva estaba recién construida, pero faltaba amueblarla. No tenía camas, mesas, ni nada. Pero los baños estaban listos. Ya ni siquiera recuerdo cuántos cuartos había. En realidad, creo que nunca llegué a explorarla completa. Pero eran muchos, y cada uno con una tina cuadrada con hidromasaje, sino es que hasta jacuzzis eran. He estado en jacuzzis, y recuerdo que los de los cuartos de su casa eran incluso más grandes.
Como no había camas, yo le dije que hacerlo en una de esas tinas era excelente idea, porque si ensuciábamos algo, podíamos simplemente dejar que el agua corriera. Él sugería que pusiéramos una sábana en el jardín o en una de las salas. A mí me parecía que iba a estar muy duro, pero de igual manera lo iba a estar la tina. De todas maneras, lo convencí y gané. Elegimos la tina del que sería su baño cuando se mudaran.
Ese día, salimos de clases. Por lo general, yo los llevaba a ambos a su casa. Primero llevábamos a David, que vivía a dos calles de la preparatoria, y de ahí llevaba a Cristian, cuya casa quedaba de camino a la mía. Pero esta vez no fuimos a la casa donde vivía, sino a la nueva. Me estacioné a la vuelta para que nadie sospechara nada, y entramos. Yo llevaba una pequeña cobija por si llegaba a necesitarse.
Antes de ir al segundo piso, exploramos un poco la parte de abajo. No era la primera vez que entraba, ya que en esa misma casa nuestros padres habían contratado maestros particulares de computación para los tres y algunas amigas mías. Aun así, nos pareció una buena idea para contrarrestar los nervios.
Finalmente, llegamos arriba. Efectivamente, no había cama, muebles, ni nada que ver, así que entramos al baño. Yo cerré la puerta por si las dudas; me sentía más en privacidad. Él se sentó en el borde de la tina, y espero a que me acercara a él. Me senté sobre el borde también, junto a él, y nos pusimos a hablar sobre la casa. Yo le decía lo impresionante que era, y él me contaba que ya se sentía con ganas de mudarse ahí. Luego, un momento de silencio nos invadió, y nuestros labios se juntaron como si fueran imanes.
La cerámica era muy lisa y estaba impecable, lo que hizo que nos fuéramos de espaldas. Además del dolor que nos causó, la caída solo se encargó de que nuestros cuerpos se juntaran, haciendo fácil para él el envolverme desde atrás, de cucharita, pues yo había quedado dándole la espalda.
Se notaba que él llevaba rato preparado, pues podía sentir la solidez entre se pierna contra mí. Duramos un rato restregándonos contra el otro; él tomaba mi quijada de vez en cuando para girar mi cabeza y besarme. Llegó un momento en el que sentía que ya no podía más, y le sugerí que lo hiciéramos de una vez.
Nos pusimos de pie sobre el jacuzzi, y mirándonos, cada uno se encargó de despojarse de su propia ropa. Luego me acosté boca arriba, y él se puso enfrente. Ahí nos dimos cuenta de lo incómodo que sería, por lo que se nos ocurrió probar con otra posición.
Esa es la historia de cómo terminé perdiendo mi virginidad en la posición de perrito en el jacuzzi de una casa inhabitada. La verdad es que durante un momento intentamos que yo me sentara sobre el borde con las piernas dentro del jacuzzi, pero pronto nos dimos de que todo era tan resbaloso, que sería la posición menos estable posible, así que volvimos a aquella en la que yo estaba en cuatro puntos, mientras él se arrodillaba detrás mío.
Las rodillas de ambos terminaron rojas, y por si el olor de mi sangre, que invadió el baño, no hubiera sido suficiente, unas horas más tardes me di cuenta de que el suceso había adelantado mi menstruación, pues faltaba aún una semana para que llegara.
Después de ese día, comenzó a ocurrir con regularidad. En su casa inhabitada, en el auto, en su casa habitada, en mi auto. Luego le conté a David, y algo interesante ocurrió. Pero esa también es una historia para otra pregunta.
Aunque sé que nuestro caso es raro, o mejor dicho, rarísimo, lo cierto es que el sexo no arruinó la amistad, sino que, al contrario, la impulsó. A pesar de que ambos nos gustábamos, sabíamos que no éramos para el otro, por lo que en los muchos años que nuestra sexamistad duró, nunca intentamos tener algo formal.
No niego que estuve cerca de hacerlo con mi mejor amiga en aquel entonces. Fuimos al parque estábamos en el tobogán y yo intenté aventarla de cabeza para abajo. Ella se Apollo con sus piernas. Y no pude, sus piernas eran demasiado fuertes.
Yo intenté hacerle perder las fuerzas besándola, pero fue inútil.
Después olvide el propósito de aventarla y solo le besé sus labios, cuello, pechos y orejitas. Ella encantada de la vida.
Ella me amaba y estuvo cerca, pero como andábamos en grupo nada pasó. No niego que me hubiera gustado haber perdido mi virginidad en ese momento.
No es algo que me pasó a mí pero me contó alguien. Creo que era obvio, estaban enamorados pero se sentían obligados a no entrar en una relación pero ya habían tenido sexo. ¡La primera vez de ambos! Supuestamente lo más importante de este mundo.
Una vez que entraron en una relación, tenían relaciones todo el tiempo e infiero que solamente tenían un gran deseo sexual y nada de un verdadero sentido de afecto.
En fin, si quieres echar a perder una de tus mejores relaciones con alguien, ten sexo.
El sexo implica muchos sentimientos y hacerlo con una persona que no amas de verdad puede causar conflictos.